Si todos los insectos que podemos encontrar en la naturaleza no son comestibles, veremos que un gran número lo son. La entomofagia, porque así llamamos comer insectos comestibles, ya es una práctica alimentaria común en algunos países del mundo, y más concretamente en determinadas zonas geográficas de Asia, África o América Latina. Estudios recientes estiman que un tercio de la población mundial come insectos comestibles.
Más allá del gusto, o del asco, el consumo alimentario de insectos tiene muchas virtudes, tanto para los consumidores como para el respeto al medio ambiente. Un hallazgo que convierte a la entomofagia en una perspectiva creíble para satisfacer las necesidades de proteína animal de la población mundial, que no podrá, en parte, tener acceso a la carne propiamente dicha. La muy seria y oficialísima FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) se ha convertido con los años en la primera defensora de la cría y consumo de insectos comestibles, multiplicando las campañas de información y fomentando muchos proyectos de cría.
Proteínas, pero no solo
La primera de las virtudes de los insectos comestibles es su tremendo contenido proteico , hasta el 50% para algunas especies. Comer cinco langostas grandes representa la misma ingesta de proteínas que comer un bistec de res, y aún a modo de comparación, los insectos son 9 veces más ricos en proteínas que la carne de vaca en igual cantidad.
Pero el valor nutricional de los insectos comestibles no se limita a las proteínas: también son fuente natural de vitaminas, minerales y elementos especialmente útiles para el equilibrio alimentario y la salud, hierro, calcio y Omega 3 y 6. Además, estos productos son fuentes de hidratos de carbono, a diferencia de la carne, y permiten un mejor aporte de fibra.
Además, los insectos son alimentos que inducen menos riesgos relacionados con el colesterol, por su menor contenido en grasas que las carnes tradicionales, un 15% de media frente a un 50%. Este equilibrio de nutrientes explica, por tanto, por qué la cría y el consumo de insectos, enteros o reducidos a harina, son soluciones lógicas para satisfacer las necesidades alimentarias de una población mundial en perpetua expansión, contrariamente a los recursos disponibles.
Una esperanza ecológica para la humanidad y para el planeta
Alimentar a la humanidad con insectos comestibles es pues hoy más que una hipótesis, sino una realidad en muchos países del mundo. Este aspecto puramente alimentario y nutritivo se complementa también con métodos de cultivo y producción mucho más cuidadosos y respetuosos con el medio ambiente que la producción de carne, que tiene un fuerte y negativo impacto en el equilibrio ecológico del planeta.
El uso masivo de pesticidas, herbicidas, antibióticos y muchas otras sustancias químicas es solo la cara visible de un iceberg que crece cada día a causa de la producción mundial de carne. En efecto, además de estos productos nocivos, la cría de animales con fines alimentarios requiere cada vez más recursos hídricos, superficiales y alimentarios, para producir cada vez más emisiones de gases de efecto invernadero. Si añadimos el aspecto ético y moral, cada vez más destacado por las escenas de crueldad animal visibles en la cadena de cría y matanza, comprendemos mejor por qué los insectos comestibles encabezan la lista de soluciones alimentarias del futuro.
Menos productos químicos, menos agua, menos recursos, menos espacio necesario para la producción y 100 veces menos gases de efecto invernadero emitidos, por la misma cantidad de proteína producida: esta es la imagen positiva que muestran los insectos comestibles que crían y producen harina a partir de ellos.
La entomicultura es también una oportunidad para la gente de los países en desarrollo, ofreciendo oportunidades reales a estas poblaciones locales. De hecho, en muchas áreas que no han sido afectadas por ninguna contaminación relacionada con la agricultura, la recolección de insectos en la naturaleza es una posibilidad que permite a los aldeanos, reclutados y pagados por los grandes agricultores, generar ingresos. enús La proliferación de granjas de escorpiones o grillos es también una fuente de desarrollo para regiones desfavorecidas, en China o Tailandia, por ejemplo.
La FAO también destaca la alta calidad nutricional de los insectos y su posible uso como complemento alimenticio para la alimentación del ganado. Se ha demostrado científicamente que las larvas de mosca soldado, los gusanos de la harina, los saltamontes y los grillos son buenos productos de crecimiento para muchos animales.
Proceso de producción y especies comestibles
Antes de encontrar insectos comestibles en nuestros platos, aún necesita la certeza de producción respetando las normas sanitarias impuestas en Europa y Francia. También es importante aprender a conocer mejor las especies comestibles, para entenderlas mejor y fomentar su consumo alimentario, que muchas veces tropieza con reticencias ligadas a la ausencia de este consumo cotidiano en nuestra cultura occidental.
En la gran mayoría de los casos, la cría de insectos se realiza de forma 100% natural, sin el uso de productos químicos y sin recurrir a recursos externos, como la electricidad para iluminar las zonas de cría o gestionar la humedad y la temperatura. Algunos productores, por ejemplo, logran producir y secar grillos anunciando la cifra de cero electricidad y agua utilizada para ello. A los insectos comestibles se les realizan los mismos controles de calidad que a la carne, lo que tiende a hacer de este sector una fuente de productos saludables y sin mayores riesgos para la salud.
En cuanto a las especies comestibles, hay que reconocer que en definitiva son muy numerosas y variadas. Aquí está la lista de las especies más consumidas y las que se pueden encontrar más fácilmente en Francia:
- Los grillos, la harina de grillo, las cigarras, las hormigas tejedoras y los saltamontes se encuentran entre los insectos favoritos de los entusiastas.
- Los gusanos de la harina y los grillos son los más consumidos en el mundo.
- El escorpión negro, la tarántula y los insectos acuáticos gigantes se consideran los más difíciles de comer, debido a su apariencia aterradora para los novatos.
También es posible obtener y comer varias variedades de larvas y gusanos, como los de palma o bambú.
¿Un insecto salado o dulce?
Mientras que la gran mayoría de las recetas basadas en insectos comestibles se refieren a deliciosos platos, la preparación de platos dulces no está absolutamente excluida. El predominio del sabor salado se debe sobre todo al origen geográfico del consumo habitual de insectos, fundamentalmente asiático. Por eso recomendamos y encontramos ingredientes también originarios de Tailandia, China o Camboya para potenciar la cocina entomófaga: lima, albahaca tailandesa, curry, pimiento más o menos picante, wasabi japonés o incluso salsa satay. Sin embargo, no hay límites en cuanto al uso de insectos comestibles en la cocina y es fácilmente posible integrarlos en platos occidentales, como sustituto de la carne o para aportar proteínas y vitaminas a un plato que originalmente no las contiene.
También es muy sencillo utilizar harina de grillo, mezclándola con harina tradicional, una forma de comer insectos sin darnos cuenta. Esta misma harina de grillo se puede usar para hornear, al igual que las langostas y otros saltamontes que brindan un sabor a maní tostado que se puede usar para hacer panqueques o gofres.
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¿Qué pasa con los insectos silvestres y las posibles alergias?
Siempre vale la pena recordar tomar ciertas precauciones antes de consumir insectos comestibles. En primer lugar, también podrías abandonar inmediatamente la idea de recolectar insectos tú mismo en tu jardín o en los campos y parques públicos franceses para comértelos. Los plaguicidas y herbicidas utilizados masivamente se encuentran en el cuerpo de estos insectos, lo que es claramente un motivo de no consumo de alimento humano.
En cuanto a las alergias, las personas alérgicas a los crustáceos y moluscos también son potencialmente alérgicas a los insectos comestibles, debido a la presencia de quitina en el exoesqueleto de los insectos. Así que ten cuidado si estás en este caso…
¡Ya comes bichos!
¿Sabías que? ¡Consumes 1 kilo de insectos al año, sin darte cuenta! Sin embargo, varios factores explican esta increíble cifra. En primer lugar, hay que tener en cuenta las ingestiones accidentales que se producen habitualmente en la vida diaria, además de si practicas jogging, el uso de vehículos de dos ruedas o actividades deportivas al aire libre. Luego hay que añadir la presencia de fragmentos de insectos en muchos productos de la industria alimentaria: cereales, legumbres y harinas. Incluso existe una norma oficial, una tasa fijada por las autoridades sanitarias que consideran aceptable la presencia de 0,1% de fragmentos de insectos por masa de muestra de productos industriales, lo que sigue representando el equivalente a 1 gramo por kg. La suma de estos dos primeros elementos da como resultado la ingestión de 500 gramos de insectos, por año y por persona.
Los otros 500 gramos están vinculados al uso por parte de la industria del colorante alimentario E120, que se deriva de la transformación de un insecto, la cochinilla. Este colorante no sólo se encuentra en los productos alimenticios (golosinas, mermeladas, yogures, bebidas), sino que también es utilizado por la industria farmacéutica como colorante de determinados fármacos como los jarabes para la tos, o para fabricar complementos alimenticios.